lunes, mayo 12, 2008

Cuento absurdo

Se ha detenido, el tiempo. Ya no camina por que no tendrá por donde caerse. Yo lo he visto y esta de espaldas, mirando hacia el vacío innecesario. De sus hombros pende el ultimo segundo, balanceándose, sin saber si al caer formará parte de su sombra o si el viento le llevará hacia un reloj perdido. El tiempo se apoya en nada, asombrado de que no le espere la eternidad. Se ha detenido y nada más.

La luna no estaba. Era noche y no estaba. La buscamos entre las estrellas, en el azul confuso del firmamento, alrededor del planeta tierra donde decía que estaba su casa y por las encrucijadas que controlaban los cometas. No estaba, la luna, no estaba.

Vimos abrirse un abismo y alguien quiso enterrarse en él. Clavamos nuestros ojos en su mirada y le preguntamos por qué. Nos miró con extrañeza, con el dolor de un silencio y suavemente se deslizó hacia el abismo, entregándonos dos lágrimas secas que brillaban sólo en la oscuridad. El abismo se cerró.

Suena a lo lejos una campana, llamándonos a todos. Iremos. La campana nos ha llamado y cada uno con un camino diferente volveremos a reencontrarnos. Noto en mi bolsillo el calor de las dos lágrimas, miro al tiempo que parece decidido volver a caminar, y la luna que no estaba vuelve a estar.

Del abismo nadie ha salido, aunque si escuchas atentamente se puede oír una dulce canción. Suena una campana, es como una sonrisa y yo también sonrío.

miércoles, abril 02, 2008

susurros...

A veces, sólo a veces, algo te sumerge en recuerdos. Huidizos, estremecidos, alocados, reales, destructivos, violentos... al fin y al cabo recuerdos. Estos parpadean dentro de la mente y nos hacen sumergirnos en busca de rostros que fueron algo nuestro en el ayer. En el hoy son polvo, simple polvo de olvido.
Es extraño recordar en la distancia, antiguas compañías. Es extraño recordar una vida. Todo parece tan difuminado como los rasgos de nuestro rostro si vemos una vieja fotografía. Hay veces que es posible cerrar los ojos y trasladarte a un ayer, hay veces que parece que vuelves a tocar el pasado, recorriendo lugares, volviendo a hablar con viejas amistades, a ver unos perdidos labios, a sentir lo olvidado. Confuso pasado que se desvanece y aparece con tenacidad.
Del pasado como un extraño despertar, salieron estos, como susurros de un tiempo de ayer...

Música.

Música dulce para aprender a dar caricias,
palpando con los ojos los cuerpos.
Nos sorprenderá la luna reteniendo
en nuestros brazos los compases de una canción
y enloquecidos
inundaremos nuestros labios de besos.
Ahora, fragmentos imperceptibles de amor
dibujan un nuevo firmamento
que se insinúa hermoso, delicado, luminoso.
Música dulce devorando con suavidad la realidad,
llamaradas de vida vomitando luz sobre la oscuridad
acordes que vienen y van, precipitando caricias desnudas
sobre cuerpos trenzados de deseos.
Despertó la locura, seduciendo,
con el aroma suicida
de una delicada canción.


No estoy...

No estoy, por si lo preguntas
y prueba de ello es que te deje atrás.
He huido, ya es una constante
y me llevo para añorarte
pequeñas reliquias de sentimientos.
No sé, si se requerirá tiempo para olvidar
o si para consolarse, servirá llorar
pero sé que me dio miedo
arroparme todas las noches con tu piel.
No estoy, no preguntes
aprenderás a desayunar sola
y un día veras indicios de algo mejor,
yo conservare a guisa de equipaje
los sueños, los restos y las vanas promesas
ue te hice en algún instante.
No estoy, por si te lo preguntas,
fui efímera ilusión.

jueves, marzo 27, 2008

Pasos de parque

Quizá desconozca parte de la historia. Quizá no debería ser yo quien la contara. Quizá...
Lo encontré sentado en un banco del parque, en sus manos había una flor que poco a poco iba deshojando, musitando al mismo tiempo palabras. No quise acercarme a él de momento y me quede sentado en el banco de enfrente, observándole, estudiándole, preguntándome...En un momento me pareció que me miraba y le sonreí. Me acerque con el pretexto de pedirle fuego para encender un cigarrillo. Ciertamente su mirada, su postura, destilaba melancolía y después de intentos infructuosos de iniciar una banal conversación, me atreví a preguntarle que le pasaba.Soltó la flor deshojada y mirándome, suspiró.
“Hace tiempo que por mi casa...”
Así comenzó su historia. Una historia que tiene un principio y ningún fin. Una historia que casi todos sabemos, en la que entra el amor, la indecisión, los celos, la envidia, el odio, la maldad, el que sé yo...
Y hablo durante horas y yo lo escuche. Y vi sus sentimientos derramados en sus palabras y de sus ojos saltaron lagrimas que corrieron por su cara hasta llegar a perderse en su boca o caer de su barbilla hasta llegar a la pernera de su pantalón. Y entre murmullos fue acallando su conversación y en silencio volvió su mirada hacia el horizonte, hacia lo alto de los árboles, hacia el cielo del atardecer y como buscando donde refugiarse, se levanto e inició un lento andar sin saber a donde.
Le vi doblar la esquina y al mismo tiempo sonó el reloj de la vieja torre, como un lamento quejumbroso que daba fin a la tarde.
Las sombras comenzaban a extenderse por el parque. La luz iniciaba su descanso, dejando paso al manto de la noche. El parque iba quedando solitario y los guardas buscaban en los rincones parejas rezagadas que se repartían los últimos besos.Y yo, dando las ultimas caladas a un cigarro mire alrededor pensativo, acompañado todavía por un eco melancólico que alguien dejo, abandone el parque, sin camino fijo, sin dirigirme a ningún lugar.

miércoles, febrero 06, 2008

Desvaríos

Miré al viento y no se movía. Y las hojas descansaban sobre el suelo abarcando, como enormes granos de arena, toda la avenida.
Me distraje acechando al tiempo y dibujando con mis dedos invisibles ojos que lo invitaran a huir y sin advertirlo, se me echo encima, encerrándome entre sus horas más oscuras.
Me devoro a mí mismo intentando encontrar en mi interior espacios replegados que poder desplegar y al final, al llegar a la boca, una luz, un camino entretejido de rosas oscuras en fría armonía.
Es todo tan lejano que parece infinito y te hace sentirte desolado.
Me estremezco al no encontrar los límites y las sombras que me persiguen parecen tan perdidas como yo.
Tal vez cruce el cementerio y deje mis huellas sobre el polvo gris y, así, cuando de la vuelta, tal como hace el reloj, las encontrare y recordare que la distancia nunca es lejana.

El sabor de lo dulce siempre esta presente y palpita en las memorias. Es un espacio que nunca acaba de llenarse, como una pintura a la que siempre le puedes dar una nueva pincelada. El sabor de lo dulce... que una vez fue instante, un tiempo, un viento.....