lunes, mayo 12, 2008

Cuento absurdo

Se ha detenido, el tiempo. Ya no camina por que no tendrá por donde caerse. Yo lo he visto y esta de espaldas, mirando hacia el vacío innecesario. De sus hombros pende el ultimo segundo, balanceándose, sin saber si al caer formará parte de su sombra o si el viento le llevará hacia un reloj perdido. El tiempo se apoya en nada, asombrado de que no le espere la eternidad. Se ha detenido y nada más.

La luna no estaba. Era noche y no estaba. La buscamos entre las estrellas, en el azul confuso del firmamento, alrededor del planeta tierra donde decía que estaba su casa y por las encrucijadas que controlaban los cometas. No estaba, la luna, no estaba.

Vimos abrirse un abismo y alguien quiso enterrarse en él. Clavamos nuestros ojos en su mirada y le preguntamos por qué. Nos miró con extrañeza, con el dolor de un silencio y suavemente se deslizó hacia el abismo, entregándonos dos lágrimas secas que brillaban sólo en la oscuridad. El abismo se cerró.

Suena a lo lejos una campana, llamándonos a todos. Iremos. La campana nos ha llamado y cada uno con un camino diferente volveremos a reencontrarnos. Noto en mi bolsillo el calor de las dos lágrimas, miro al tiempo que parece decidido volver a caminar, y la luna que no estaba vuelve a estar.

Del abismo nadie ha salido, aunque si escuchas atentamente se puede oír una dulce canción. Suena una campana, es como una sonrisa y yo también sonrío.