miércoles, junio 14, 2006

Cuento absurdo



Se ha detenido, el tiempo. Ya no camina por que no tendrá por donde caerse. Yo lo he visto y está de espaldas, mirando hacia el vacío innecesario. De sus hombros pende el ultimo segundo, balanceándose, sin saber si al caer formará parte de su sombra o si el viento le llevará hacia un reloj perdido. El tiempo se apoya en nada, asombrado de que no le espere la eternidad. Se ha detenido y nada más.
La luna no estaba. Era noche y no estaba. La buscamos entre las estrellas, en el azul confuso del firmamento, alrededor del planeta tierra donde decía que estaba su casa y por las encrucijadas que controlaban los cometas. No estaba, la luna, no estaba.
Vimos abrirse un abismo y alguien quiso enterrarse en él. Clavamos nuestros ojos en su mirada y le preguntamos por qué. Nos miró con extrañeza, con el dolor de un silencio y suavemente se deslizó hacia el abismo, entregándonos dos lágrimas secas que brillaban sólo en la oscuridad. El abismo se cerró.
Suena a lo lejos una campana, llamándonos a todos. Iremos. La campana nos ha llamado y cada uno con un camino diferente volveremos a reencontrarnos. Noto en mi bolsillo el calor de las dos lágrimas, miro al tiempo que parece decidido volver a caminar, y la luna que no estaba vuelve a estar.
Del abismo nadie ha salido, aunque si escuchas atentamente se puede oír una dulce canción. Suena una campana, es como una sonrisa y yo también sonrío.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada resulta absurdo cuando escribes, ni el tiempo ande o no, ni la luna que a veces se esconde, ni tu efímero equipaje.

Nadie saldrá de ese abismo, solo tus desvaríos se atreven a desafiar su hambre.

Hasta que la campana nos llame mataremos el tiempo leyéndote.

Apolo13

Anónimo dijo...

De los abismos siempre sale una dulce canción, que como canto de sirena nos llama para atraparnos en él. Unas veces hacemos oidos sordos, pero otras caemos derechitos en ellos.
Besos