martes, mayo 30, 2006

Kuki


Kuki entro a la carrera y meneando el rabo. En su boca, sujetándola con los dientes, mostraba una carta. Se sentó frente a mi, orejas gachas, mirada ávida, a la espera. Acerco su hocico hacia mi mano, ofreciéndome la misiva y yo sorprendido se la recogí.
La carta en cuestión la enviaba el ayuntamiento a nombre de Kuki y firmada por la concejala de medio ambiente. Le informaban de la ordenanza municipal reguladora de tenencia y protección de los animales domésticos y de compañía. Y además explica a Kuki que no puede andar suelta sin correa por calles y parques, o que no puede acceder a centros hospitalarios, autobuses o piscinas. También la recuerda que sus dueños tienen la obligación de mantenerla limpia y vacunada, además de sacarla a pasear y alimentarla convenientemente; o de que deben recoger las deposiciones que realice, para que la ciudad permanezca limpia.
Kuki seguía mirándome con sus ojos dulces, esperando una explicación, o más bien, una traducción. Esta claro que la concejalia de medio ambiente no tiene expertos en el idioma de los canes y da por asumido que al mandar la carta a nombre de Kuki, ella ya ha cursado estudios lingüísticos humanos y sabe leer e interpretar el sentido de la carta y los deberes que en ella se le informan.
Pero Kuki, aun siendo una perra lista, no entiende tanto símbolo extraño y aunque recogió la carta de manos del cartero (Kuki se lleva bien con el cartero, no suele ir a morderle el culo mientras el corre despavorido por el jardín buscando la protección de la valla) necesita que yo se la traduzca y explique.
Pero como explicarle a un perro, en este caso una perra, lo que le pide la sociedad humana. En tiempos cuando los perros decidieron juntarse a los seres humanos, no esperaron de ellos tanta ingratitud. Al principio todo parecía ir bien, los perros encontraron en el ser humano una forma de alimentarse a base de los restos de ellos dejados en sus campamentos y los humanos encontraron en los perros una forma de librarse de amenazas desconocidas gracias a los avisos que estos les daban.
Después ya fue una convivencia más trabajosa, el humano consiguió que el perro le ayudara en la caza, en el cuidado de rebaños, de la casa, de la propiedad. Hasta que al final consiguió engañar al pobre perro, le hizo ir a guerras, le metió en luchas círquenses, le utilizo hasta de alimento.
Con el tiempo fue peor, ya mas que un amigo, un compañero, fue un esclavo. Usado para la caza si no servia, se le sacrificaba directamente, como púgil en peleas, era una mera apuesta o ganabas o morías. Y sin contar que en algunas civilizaciones les han usado de ofrenda a dioses, de ofrenda a la ciencia, de meros experimentos científicos todo en aras de bien para la humanidad.
Como contarle a Kuki, que de una asociación que debía dar como fruto un bienestar mutuo, casi siempre ha salido perdiendo su raza.
La mire. Y con una sonrisa casi forzada, le pase la mano por su cabeza y la dije: “Anda, ponme la correa y sácame de paseo”
Y con un sonoro ladrido enfilo el camino hacia la calle.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero que Kuki te trate bien, te dé mimos y galletitas con forma de hueso (o de jamón pata negra).

Realmente los humanos nos llamamos así a nosotros mismos y me parece que somos demasiado generosos a la hora de definirnos.

Animales de dos patas con cierto autocontrol, cuando éste se pierde...

Besos